Por María Flor del Castillo.
Psicóloga
La sabiduría popular designa al embarazo como estado de buena esperanza, esto no es casualidad, ya que se trata de un periodo en el que una gran cantidad de expectativas e ilusiones giran entorno al nacimiento de nuestro bebé. En estos meses nos preparamos emocional y logísticamente para recibirlo imaginándolo sano y bello creciendo en nuestro hogar.
El nacimiento de un hijo o una hija es momento de celebración y fiesta, pero cuando una gestación acaba prematuramente o el bebe nace con algún problema estas expectativas se quiebran bruscamente.
En estos casos los padres y las familias reaccionan de forma muy diversa. Estas situaciones son “crisis” que alteran el equilibrio psicológico y en ocasiones estos padres necesitarán ayuda profesional.
Emociones habituales en estos casos son, la tristeza, el miedo y la frustración.
La recomendación para la tristeza, es darle espacio, comprensión y cariño. La pareja, si la hay, se deben apoyar mutuamente en estos difíciles momentos, también será bienvenido el apoyo de familiares y amistades.
La primera vez que entren en la UCIN posiblemente se alarmen al bebe rodeado de aparatos y máquinas. Para que el miedo y la preocupación no les invadan pídanle al médico o la enfermera que les explique la función de cada uno de ellos. Esto les ayudará a sentirse más tranquilos. Aunque lo vean frágil y vulnerable, la tendencia de vida es fuerte, muchas veces está difícil prueba hace a estos niños más resistentes y luchadores.
En cuanto a la frustración de no tener a su hijo en casa, y la sensación de angustia o culpa al dejarlo en el hospital. Es importante reconocer que el vínculo entre padres e hijos va más allá del contacto físico. En los momentos que no estamos con nuestro bebe lo podemos visualizar feliz, sano y rodeado de nuestro amor. Así no solo nos sentiremos mejor, sino que cuando estemos físicamente con él, le transmitiremos esa positividad con una energía de amor y confianza ampliada.
El miedo no termina al salir del hospital, la llegada a casa despierta otras inseguridades. Ahora somos nosotros los responsables de su bienestar, empresa de tal envergadura es habitual que asuste, nada mejor que el contacto día a día con nuestro bebé para comprobar que todos somos muy capaces de cumplir con esta importante misión. El bebé evoluciona, nosotros también, a todos nos toca crecer de muy diversas maneras.
Otra emoción difícil de manejar es la frustración de no cumplir con el sueño ideal que habíamos construido con respecto a la maternidad y paternidad. Nuestro hijo o hija puede presentar más dificultades que los demás, en el momento actual y/o en el futuro, este riesgo a veces despierta en nosotros sentimientos difusos de dolor, miedo e incluso rechazo. Debemos comprender que estos sentimientos no son provocados por el bebé en sí, sino por la situación difícil que atravesamos. Conforme avanza la convivencia, las sensaciones van cambiando, vamos manejando mejor todas las dificultades por lo que va aumentando la confianza y seguridad.
Nuestro corazón encogido se va abriendo de par en par amando a nuestro bebe por encima de todas cosas. Las dificultades del principio se convierten en los cimientos más sólidos para la crianza basada en el Amor con mayúsculas.
Si te ha gustado este artículo compártelo en tus redes sociales 😉